San Pedro Sula, Honduras.
Depresión y ansiedad, aumento de sentimientos de tristeza y soledad, cambios en los patrones de alimentación y sueño, pérdida de interés en actividades que antes disfrutaban, irritabilidad, desconexión. ¡Uf! …y las consecuencias pueden ser mayores.
Estos son sólo algunos de los problemas que pueden perdurar hasta la edad adulta debido al acoso o bullying que existe de manera silenciosa y en la sombra en miles de centros educativos e incluso en hogares de Honduras.
Según el Observatorio Educativo de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM), el 55% de los estudiantes, es decir más de la mitad de los estudiantes del sistema educativo, sufre algún tipo de acoso en las escuelas.
Este año, en Honduras, la matrícula preliminar 2024 del Ministerio de Educación arrojó que estaban registrados 1.658.963 estudiantes, de una meta de 1,9 millones marcada por el organismo estatal de educación.
Los hallazgos sobre bullying forman parte del Informe Nacional de Rendimiento Académico 2022 Español y Matemáticas: ¿Cuánto se aprendió durante la pandemia?
Este fue elaborado entre el Ministerio de Educación y el Instituto de Investigación y Evaluación Educativa y Social a través de su Unidad de Medición de la Calidad en la Educación (Umce), de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán (Upnfm).
Entre los hallazgos arrojados luego de una evaluación intensiva cuyo objetivo básico fue evaluar los aprendizajes en 2022, por tercera vez en la historia de la educación hondureña se incluyó una muestra nacional con representatividad para los 18 departamentos y 298 municipios del país (también fue en 2015 y 2017).
Se evaluaron los espacios curriculares de Español y Matemática, participando 72.424 estudiantes de 3.197 centros educativos, que cursaron tercero, quinto y octavo grado durante el año 2022, pero también se analizaron contextos sociales, como el bullying.
La violencia social baja, el bullying aumenta
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el acoso o intimidación Son sinónimos y definen la conducta de persecución física y/o psicológica que un estudiante realiza contra otro de forma negativa, continuada e intencionada. Y el ambiente de violencia que ha imperado en el país lo ha elevado a otros espacios, como las aulas. .
Al menos así lo estableció el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que hace una década identificó a Honduras como uno de los países más violentos del mundo (85,5 homicidios por cada 100 mil habitantes, 2012).
“Como era de esperar, esta violencia del gran sistema social ha permeado gradualmente a otros subsistemas, incluido el sistema educativo. Año tras año se publican un número cada vez mayor de casos de violencia en los centros educativos y su entorno. Casos de violencia no sólo entre estudiantes, sino también de estudiantes y padres hacia docentes, y de pandillas hacia estudiantes”, señala el Informe Nacional de Desempeño.
Esta situación es muy grave si se considera que es precisamente en este espacio social, el centro educativo, donde se supone que los menores aprenderán a compartir bajo ciertas normas, a respetar la autoridad y las reglas indicadas; competir bajo ciertas reglas, ganar o perder en ese ambiente; ser solidarios con los demás y respetar la dignidad de cada persona, etc.
Es decir, es allí en los centros educativos donde se lleva a cabo una parte importante del proceso de socialización primaria que condicionará el comportamiento de los futuros ciudadanos, cita.
En cuanto a la violencia en el ambiente y dentro del centro educativo, los datos presentados reflejan la alta violencia que existe tanto en el ambiente de los centros educativos como en el interior de los mismos. En este último caso, reflejando la gravedad del problema del bullying. Los datos se presentan de manera comparativa respecto a los valores obtenidos para el año 2017.
En 2022, el 11% de los estudiantes informaron la presencia de delincuentes o pandilleros en la escuela, frente al 13% en 2017.
Otros tipos de violencia a los que han estado expuestos son: venta de drogas en el centro educativo, docentes son amenazados por estudiantes o sus familias. Los estudiantes han sido gravemente golpeados por otros estudiantes y ataques por parte de estudiantes o familiares a profesores.
Según la encuesta, 1 de cada 9 se ve “obligado a hacer cosas que no quiere hacer”, lo que puede implicar extorsión, llevar comida a otros, etc.
Mientras tanto, el acoso a través de redes sociales casi se duplicó entre 2017 y 2022, un tema poco analizado en el contexto educativo, pero con consecuencias que pueden ser muy graves.
En cuanto a la proporción de estudiantes de quinto y octavo grado que sufrieron diferentes formas de acoso escolar una o más veces durante el año escolar 2022, el 31% informó que “otros estudiantes rompen escondiéndose o me roban las cosas”, versus el 36%. de 2017.
“Otros estudiantes me obligan a hacer cosas que no quiero hacer” dijo un 11% de los entrevistados en 2022, mientras que un 13% confesó que “otros estudiantes se burlan de mí en las redes sociales” ese mismo año.
Por otro lado, una forma extrema de bullying es cuando otros estudiantes tocan las partes privadas de un menor como forma de abuso. O las obligan a realizar actos sexuales como forma de dominación.
La proporción de estudiantes que expresaron ser víctimas de esta forma de acoso aumentó del 5,5% en 2017 al 6,6% en 2022 (en la muestra representan cerca de 3.000 menores).
Los datos más críticos se presentan en los departamentos de Gracias a Dios, Santa Bárbara e Intibucá. Estos casos se reportan más en toda la zona norte, Santa Bárbara e Intibucá así como en Gracias a Dios.
Los niños que intimidan a otros niños también pueden verse involucrados en situaciones violentas o peligrosas cuando sean adultos. Los niños que intimidan tienen más probabilidades de tener los siguientes comportamientos: abuso de alcohol y otras drogas en la adolescencia y la edad adulta, participación en peleas, vandalismo y abandono de la escuela, actividad sexual temprana, condenas penales y citaciones de tránsito en la edad adulta, comportamiento abusivo hacia su pareja, cónyuge o hijos en la edad adulta.